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A los 7 meses fue la única testigo del crimen de su mamá y ahora rompe el silencio: “Ella me enseñó a luchar”

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El 10 de abril de 2000 fue una dolorosa bisagra en la historia de la ciudad de Luján. Ese día, minutos después de las cuatro de la tarde, torturaron con una picana eléctrica y asesinaron a Ana María Domínguez delante de una única testigo: su hija Bernarda, una beba de siete meses.

El caso tuvo un principal sospechoso desde el inicio y la Justicia después confirmó la presunción y condenó a reclusión perpetua al exmarido y padre de la hija mayor de la víctima, el médico forense de la Policía bonaerense, José Nicolás Chaín. Sin embargo hoy, tanto él como el sicario que contrató para asesinar a la mujer, se encuentran en libertad.

“Chaín cumplió condena, pero es un femicida”, señaló Roberto Almeida, la última pareja de Ana María y padre de Bernarda, en diálogo con TN. Y subrayó: “Hoy sigue trabajando como anestesista en hospitales públicos y hasta le dieron un certificado de ética. ¿Qué ética puede tener un homicida?”.

El plan criminal

Domínguez y Chaín se casaron en 1988 y fueron padres de una nena en 1993. Cuatro años más tarde, cansada de los reiterados episodios de violencia que sufría por parte de su pareja, Ana María decidió ponerle fin a esa relación.

Chaín no tomó bien la separación y reaccionó peor cuando se enteró de que su exmujer había formado una nueva familia con Almeida. Pero la situación se salió completamente de control cinco días antes del crimen, cuando la Justicia falló a favor de Ana María para que se hiciera cargo de los alimentos de la hija que tenían en común y lo obligó a pagar un retroactivo de 15 mil pesos, más otros 800 por mes.

El exmédico policial se puso en contacto entonces con Carlos Martín Saayavedra, alias “Perita”, y le pagó 1.300 pesos para que asesinara a su exesposa. El sicario cumplió con su parte aquel trágico 10 de abril y atacó sin piedad a la mujer cuando acunaba a su beba en la cama matrimonial de su casa, en el barrio Zapiola.

Ella no se pudo defender. Cuando la encontraron, horas después, tenía signos de haber sido asfixiada y torturada con una picana eléctrica antes de su muerte.

“La mató Chaín”

Fue Roberto Almeida, su pareja, el primero en llegar a la escena del crimen. La puerta entreabierta de la casa, como un mal presagio, lo empujó al horror que descubriría unos pocos pasos después, a llegar a su habitación.

“Ana María estaba tirada en la cama, con los pies colgando uy Bernarda lloraba en la cabecera. Fue la primera vez que escuché llorar a mi hija”, recordó movilizado. A partir de ahí todo fue una locura.

“Todo el mundo estaba en mi casa y en ese momento llegó de la escuela Sofía”, siguió el relato. La nena, hija de Ana María y de su primer marido, tenía entonces siete años y lo buscó a él desesperada preguntado por su mamá. “Cuando le dije lo que había pasado ella automáticamente, adelante de todos, dijo: ‘la mató Chaín’”, sostuvo Almeida.

A 24 años de ese día, señaló que él tampoco tuvo dudas de la responsabilidad que “ese ser nefasto” tenía sobre aquel desastre con el que se encontró cuando volvió a su casa del trabajo. “Ella siempre le tuvo miedo (a Chaín) porque había vivido situaciones de violencia, incluso estando embarazada, y lo denunció siete u ocho veces antes de que la asesinara”, apuntó.

“El hombre más buscado”

“Perita” Saayavedra fue el primero en caer. Unos días después del crimen la policía lo detuvo y, tras intentar desligarse del hecho en una primera declaración, cambió su versión y aseguró que Chaín le había pagado 1.300 pesos para que entrara a la casa de su exesposa a “buscar unos documentos”.

Los investigadores fueron entonces a buscar al médico, también conocido por sus allegados como “Turco”, quien fue imputado como instigador del homicidio de Ana María pero consiguió una morigeración de la prisión preventiva y se mantuvo en libertad.

El 26 de marzo de 2001 el fiscal de Mercedes, Juan Mirés, pidió la elevación a juicio oral de la causa y acusó a Carlos Saayavedra y José Nicolás Chaín de ser el autor material y el instigador del crimen, respectivamente. Pero mientras que el primero llegó al proceso detenido, el exmarido de la víctima nunca se ajustó a derecho.

El 6 de julio de 2004 el el Tribunal Oral Criminal 2 condenó a Chaín a reclusión perpetua por “homicidio agravado por promesa remuneratoria”. En ese mismo momento, él se dio a la fuga desde la puerta de su casa.

“Estuvo un año y medio prófugo, tenía pedido de captura nacional e internacional y se ofreció una recompensa”, señaló Almeida a este medio. “Fue una de las personas más buscadas que tuvo la Argentina”, reafirmó.

El colmo fue que, a pesar de haber sido encontrado culpable del delito más grave previsto en el Código Penal y de haberse profugado el día de la sentencia, el camarista de Mercedes Horacio Bocacci firmó de forma unilateral una exención de prisión durante la feria judicial.

“No veo ni preveo que se dé a la fuga”, decía la resolución de Bocacci, destacó Almeida, y contrarrestó: “Y Chaín estaba prófugo”.

El enojo que provocó la decisión del magistrado fue tal que trascendió a la familia de la víctima y el propio ministro de Seguridad bonaerense de ese momento, León Arslanian, reclamó el juicio político de Bocacci. “Lo absolvieron pero se cambió la forma de juzgar en forma unilateral en Mercedes: ahora tienen que firmar tres jueces por eso se conforma un Tribunal”, detalló Almeida.

Otro revés de la Justicia

Chaín fue capturado por fin por una comisión policial de la Dirección general de Investigaciones de Delitos Complejos con el comisario Hugo Matzkin a la cabeza, pero apenas estuvo preso seis años.

En 2008, la sala II de la Cámara de Casación bonaerense bajó la carátula del caso a homicidio simple y redujo la pena de “Perita” Saayavedra a 18 años de cárcel y la de “El Turco” Chaín a 16. Con esa reducción de condena, ambos fueron beneficiados en el cómputo de la pena por la ley del 2×1, derogada un año después del crimen, y recuperaron la libertad.

“Sentí mucha impotencia, lo sentí como una situación violenta, revictimizante para los familiares. Yo tenía que seguir trabajando, cuidar a Bernarda, seguir con la lucha del juicio, preservar la integridad física de mi hija porque nos habían amenazado…toda esa presión y me encuentro con que la Justicia lo pone (a Chaín) como cómplice y le baja la pena”, subrayó el esposo de Ana María.

Y completó: “La Justicia es un tecnicismo voluble, manipulado, manipulable...Nunca los familiares de víctimas recibimos justicia, porque ya asesinaron a nuestros seres queridos”.

Ya en libertad, contó Almeida, Chaín sigue trabajando en Salud como si nada hubiera pasado. “La Asociación Argentina de Anestesistas (AAA) lo echó por persona no grata, porque es un peligro para la profesión, pero él sigue trabajando en hospitales públicos y para PAMI”, advirtió.

Consejo de víctimas

“No se hizo justicia por Ana María, pero yo sí creo en la Justicia”, sostuvo Almeida, que desde hace varios años preside el Consejo de Víctimas bonaerense y, desde ese lugar, trabaja para impulsar leyes, campañas de concientización y de prevención.

“No trabajamos para ningún partido político, nosotros somos militantes de las víctimas”, subrayó Almeida, y explicó: “Los que perdemos a un ser querido de una forma violenta somos los únicos que nunca quisimos estar ahí, y somos los más desprotegidos”.

En este sentido, concluyó: “Trabajamos por la satisfacción de que podemos aportar nuestro conocimiento, nuestra lucha y nuestra resiliencia para poder cambiar las cosas”.

La mujer “reversible”

Después de 24 años, Roberto Almeida se refiere a Ana María como un gran amor en su vida y, haciendo alusión también a su hija Bernarda, aseveró: “Nosotros somos lo que somos gracias a lo que nos dejó Ana María”.

“Ella tenía un corazón enorme, de una persona que había sufrido y había encontrado la paz con gente que la amó realmente. Siempre estamos honrando su nombre”, expresó sobre su pareja.

Con el tiempo, resaltó, tuvo él también su oportunidad de reconstruirse pero ella siempre está presente. “La recuerdo con esa sonrisa y esos ojos verdes que iluminaban, la recuerdo feliz”, dijo sobre el cierre de la entrevista con Almeida, y cerró: “Ana María ena mujer reversible, como yo le decía…hermosa por dentro y hermosa por fuera”.

“Mi mamá me enseñó a luchar”

Bernarda tenía apenas siete meses cuando mataron a su mamá y fue la única testigo del crimen. Ahora, con 24 años cumplidos, decidió romper el silencio con TN y compartió el siguiente mensaje.

“La ausencia de mi mamá es una herida que nunca voy a sanar del todo. Sin embargo, en medio del dolor, siempre encontré fuerzas en las enseñanzas que ella me dejó.

Hoy la recuerdo y aunque se reviva ese dolor inexplicable que siento adentro mío, nunca voy a bajar los brazos hasta que todas las mujeres podamos salir a la calle sin miedo y vivir libres de violencias machistas y patriarcales.

Ana María Dominguez, mi mamá, me enseñó a luchar y por eso hoy pido justicia y memoria por ella y por todas las que ya no están”.

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